La trampa china en la que no debe caer Latinoamérica

El régimen totalitario chino se aprovecha de la necesidad de países asfixiados financieramente

El estallido del coronavirus puso en stand by el proyecto más ambicioso que tenía el régimen comunista chino: la «Iniciativa Una Franja, Una Ruta». Algunos líderes izquierdistas de Latinoamérica tal vez pueden lamentar no haber llegado a adherirse a esta gigantesca red geoeconómica impulsada por Xi Jinping en 2013. Sin embargo, este reciente e inesperado estancamiento del comercio mundial es una oportunidad para que la región reflexione sobre su relación con el Partido Comunista chino (PCCh).

Si bien una veintena de países latinos ya han firmado la iniciativa, también llamada Nueva Ruta de la Seda, los ‘motores’ de la región (ArgentinaBrasil, Colombia y México) aún no lo han hecho. Y más allá de las circunstancias particulares, y las diferentes explicaciones por las que estas cuatro naciones —más Paraguay— no adhirieron, hay muy buenas razones para no sumarse a esta trampa china.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que los proyectos que propone Beijing esconden la denominada trampa de la deuda china: Beijing te da el préstamo, pero no es gratis. Las construcciones corren por cuenta de empresas chinas y solo se enfocan en los sectores que al ‘gigante asiático’ le interesa.

Algunos líderes de izquierda sienten una afinidad ideológica con Beijing, como el presidente argentino Alberto Fernández, quien en cuanto asumió su mandato en diciembre del año pasado aseguró que quería firmar cuanto antes el acuerdo con el PCCh.

Pero lo cierto es que el régimen se mueve bajo un nuevo colonialismo. Como bien describe el analista internacional Marcelo Gullo, Beijing no solo impone un comercio desbalanceado bajo la dialéctica metrópolis-colonia, sino que las inversiones que promete —además de ser ejecutadas por empresas chinas— cuentan con mano de obra china, que inclusive está integrada por prisioneros de sus cárceles.

A través de la ‘Iniciativa Una Franja, Una Ruta’, el PCCh busca asegurarse sectores estratégicos clave para su propia supervivencia, para lo cual ya ha desembolsado unos 461 mil millones de dólares, según cálculos de la consultora estadounidense RWR Advisory.

De esta forma, el régimen totalitario chino se aprovecha de la necesidad de países asfixiados financieramente. No es casualidad que muchos de sus préstamos hayan ido a países africanos, latinoamericanos y de Medio Oriente, considerados deudores de alto riesgo.

Pero el Partido Comunista no es tonto, sino que en los negocios opera con la mayor de las astucias. Justamente, al tratarse de una autocracia, los países que ceden sus represas, plantas eléctricas, canales, puertos, ferrocarriles, aeropuertos y gasoductos, los dejan en manos de un dictador, quien se rige sin ningún tipo de control o escrutinio en su lugar de origen. ¿O acaso no es de público conocimiento que todas las grandes empresas chinas, sin excepción y a pesar de lo que dicen los papeles, tienen una “pata” estatal o directamente son propiedad 100 % del PCCh?

Entonces, ¿qué pasaría si el régimen decidiera ejercer el control absoluto sobre el segundo puerto más grande de Brasil (el Puerto de Paranagua), cuya administración se rige por China Merchants Ports? ¿O qué pasaría si China Gezhouba Group Co, quien maneja una enorme planta de agua en São Paulo, decide dejar sin agua a este gran centro financiero de Latinoamérica? Esta misma empresa está construyendo dos enormes represas en la Patagonia, ¿los argentinos realmente piensan que el comunismo chino viene con la benevolente intención de proporcionarles energía eléctrica barata?

Pero hay mucho más. Al tratarse de un régimen totalitario, las promesas de inversión conllevan intereses ocultos, tales como la censura y el espionaje. Algunos ejemplos de ello son las interferencias en todo el mundo a las presentaciones del espectáculo de artes visuales neoyorquino Shen Yun, la red de propaganda e infiltración comunista de los Institutos Confucio y la estrecha relación de Huawei —y su 5G— con el Ejército Popular de Liberación.

Por último, y no por ello menos importante, unirse a ‘Una Franja, Una Ruta’ implica estrecharse la mano con la dictadura más sangrienta de la historia de la humanidad. El (supuesto) beneficio que trae aparejado importar productos baratos implica ser cómplice —directa o indirectamente— de los campos de trabajo forzado (mano de obra esclava) donde se producen. Recibir el financiamiento de gigantes como ICBC o China Construction Bank Corporation puede constituir el último eslabón del lavado de dinero proveniente de las más oscuras prácticas humanas, como el tráfico de órganos de creyentes religiosos perseguidos en China.

¿La última oportunidad?

La debacle económica que produjo el virus PCCh ha generado que países que ya se habían sumado a la ‘Iniciativa de Una Franja, Una Ruta’, como Sri Lanka, Pakistán, Kirguistán y varias naciones africanas, pidan reestructurar o retrasar sus pagos con Beijing.

De hecho, en abril de este año, el G20 —el cual incluye a China— acordó permitir que 73 países puedan suspender los pagos de sus deudas hasta fin de año (lo cual se cree incluye a los bancos chinos).

Pero ¿qué pasará después de esa prórroga? ¿China obligará a estas naciones a pagar sus deudas o se quedará con sus activos estratégicos por “falta de pago”? ¿Qué pueden hacer al respecto los países subdesarrollados?

Este escenario aparentemente negativo, puede tener su lado positivo, ya que, evidentemente, comprometerse de tal manera con la dictadura china puede traer más perjuicios que beneficios.

Para aquellos países que ya se han endeudado con China, esta puede ser una buena oportunidad para aunar fuerzas entre sí y “dar el portazo” a la usura y el engaño, como hizo recientemente un grupo de 54 países africanos —quienes solían estar atados a la manipulación de China en los organismos internacionales— que en un ejemplo de dignidad exigió una investigación independiente para determinar la responsabilidad de Beijing y la OMS en el manejo de la actual pandemia.

Esta nueva actitud les permitirá a las naciones tercermundistas fortalecer su soberanía y pararse de otra manera frente al concierto de las naciones, como bien ha hecho el presidente de Tanzania quien no dudó en devolver los test ‘truchos’ chinos, “pateando el tablero” de la falsa diplomacia de Beijing.

En el caso de Latinoamérica, los motores económicos son Argentina, Brasil, Colombia y México. Con el virus y los métodos aplicados en la cuarentena, las economías están siendo destruidas sistemáticamente, dejando la puerta abierta para su adquisición —casi sin costo— por parte del PCCh (y sus aliados globalistas). De esta forma, y por supuesto con la complicidad de los gobiernos locales, el comunismo podría tomar las riendas del poder. Esto ya ha pasado en la historia: países que se han vuelto socialistas-comunistas sin la “revolución” violenta.

Pero como no existen casualidades, la no adhesión de estas cuatro naciones a la Nueva Ruta de la Seda puede ser una oportunidad para cambiar no solo el rumbo de sus relaciones exteriores, sino el de toda la región.

Este giro permitirá establecer una nueva diplomacia internacional basada en la soberanía, el comercio justo y el respeto a los derechos más básicos del ser humano. Dios nos ha dado un poquito más de tiempo para que tomemos la decisión correcta.

Con información de: PanamPost / The Economist / The Thee Poch Times

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